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El Por qué de una comunidad
de apoyo en el Encuentro Católico para Novios
 


Todo apostolado necesita organizarse de alguna manera y lo hace, para poder estructurarse y fortalecerse de esa manera, para no estar en un ambiente de anarquía en donde se trabaja por impulsos.

Uno de los mecanismos para lograr lo anterior, es compartiendo de uno mismo como persona y como pareja (en los apostolados de parejas), en presencia y compañía de otras personas que piensan, sueñan y se ilusionan en el mismo apostolado.

Pero... se puede caer en el activismo y en la burocratización del mismo apostolado si no hay una “filosofía e identidad” propias en él, y en los grupos que estén ya organizados o por organizarse. De esta manera, la búsqueda del otro y de los otros puede quedarse en el plano de la necesaria complementariedad funcional (la tarea organizada), y sólo podremos hablar de COMUNIDAD cuando vamos más allá de la función y organización para llegar al trato más o menos profundo de persona a persona en un intercambio de calor humano.

La vida en comunidad, es la que forma y educa a la persona, le enfrenta con la verdad de sí, le saca de sus vanas ilusiones y falsas autoimágenes, porque pone a prueba sus pretendidas virtudes y le manifiesta hasta que punto es verdad lo que cree ser, le ayuda a conocerse y reconocerse. Le saca el egoísmo, porque le demanda continuamente atención al otro, le pide disposición de servicio, comprensión, aceptación e intervención solidaria. Le llama a la humildad y al reconocimiento de la interdependencia hasta descubrir en los otros a los acreedores de su gratitud y los destinatarios de sus dones como concreto destino de su ser vocacional.

La comunidad constituye un aprendizaje de apertura y madurez, porque se requieren muchas condiciones y la superación de numerosas pruebas para llegar a la capacidad de compartir la vida, ya que compartir la vida profundamente, es compartir la misión de amar.

Procurar que todas las expresiones de la vida de la comunidad no se reduzcan a las relaciones meramente funcionales, sino llegar al verdadero calor de la comunidad humana y al encuentro solidario, es la forma de llegar a apreciar los valores y las virtudes de la convivencia.

La comunidad debe entonces ser, una COMUNIDAD DE AMOR, como proyecto divino para el cual Dios requiere la co-responsabilidad d ela persona y la persona no madura ni se autorrealiza más que en la reciprocidad comunitaria. La comunidad es para la persona fuente, camino y meta de madurez. Si buscamos entonces, una síntesis que nos dé la clave sobre la educación de la persona desde la filosofía, la psicología y la teología, podríamos concluir diciendo que:

EDUCAR ES FORMAR COMUNIDAD

Ella está en los fines del proyecto divino, y la pedagogía del señor nos va conduciendo cada vez más a palpar la urgencia de una COMUNIDAD DE AMOR.

Toda comunidad debe dar una respuesta viva a las necesidades básicas que busca toda persona en el seno de los grupos: un clima de verdad, justicia, aceptación y afecto; así como sentido de pertenencia, valiosa en las comunidades, consciencia lúcida de su identidad y misión, hondas relaciones personales enriquecedoras por el intercambio de vida y de la experiencia y, debe crear un clima propicio para la participación co-responsable que lleva a sus integrantes a una mayor madurez.

 

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